En muchas ocasiones, podemos sentirnos perdidos a la hora de acompañar a alguien que está pasando por una depresión - o por un mal momento en general -, y el no saber qué decir o qué hacer puede resultar paralizante.
Nuestras buenas intenciones no siempre se traducen en ayuda. Pueden llevarnos a decir frases cliché (ej. tienes que poner de tu parte), generando aún más presión y alejándonos de esa persona, a la que tanto queremos, pero que en este momento no sabemos cómo tratar.
Aquí dejo algunos puntos que considero importantes en estos casos. Si tuviera que resumirlos serían: escuchar y no suponer, no confundir nuestra historia individual con la de la persona que tenemos delante. Cada persona necesita cosas diferentes, y cada momento es diferente.
Escúchalo/a abiertamente, deja que se exprese ante ti, no cortes su discurso, no lo interrumpas cuando habla. No te pases con los consejos. Prioriza la escucha y la compañía física.
No le quites importancia a sus emociones y a su dolor. Evita frases de este tipo:
“No estés triste”
“Pon un poco de tu parte”
“¿Estás deprimido? Pues no se te nota” “yo no te veo tan mal”
“Pero si no te ha pasado nada grave…”
“Hay personas a las que le pasan cosas peores y no están así”
Cualquier frase que empiece con un “Tienes que…”
Mejor opta por estas otras:
“No sé muy bien cómo, pero quiero ayudarte, ¿qué puedo hacer por ti?
“Para mi no eres una carga”
“Que te sientas así no hace que te valore menos”
“Gracias por compartir conmigo cómo te sientes”
“No estás solo, estoy aquí para ti”
No le fuerces a hablar cuando no le apetece, ofrece la opción de simplemente estar a su lado y compartir el silencio.
Anímalo/a a no dejar sus hábitos y tareas cotidianas y, si es necesario, ayúdale a limpiar y ordenar el espacio donde pasa más tiempo.
No dejes de ofrecerle planes aunque haya veces en las que no le apetezca. Sigue incluyéndolo/a en tu día a día. Dale la opción a elegir.
No le recrimines si te cancela un plan o si se olvida de una fecha importante.
No le presiones con planes o actividades que aún no se sienta preparado para hacer. Esto puede propiciar que esas actividades, al ir acompañadas de esa carga de presión, se vuelvan aún más desagradables (incluso si eran neutras). No corras más que él/ella.
Ofrécele la posibilidad de ir a terapia. No como una imposición, sino como una posibilidad más que está ahí y por la que puede optar, sin añadir presiones. Puedes ofrecerte a acompañarlo a la primera sesión.
Si actualmente está acudiendo a terapia, interésate por su proceso y muéstrate accesible para colaborar con su psicólogo si se da la opción. Señálale los avances que tenga, por muy pequeños que sean. Puede que no sea consciente de ellos.
No asumas qué necesita. Lo que a ti te sirvió en algún otro momento puede que él no le sirva. Si no sabes cómo ayudarle, pregúntale abiertamente qué puedes hacer para ayudarlo.
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